No cabe duda que la historia personal de Isabel II, está marcada desde su nacimiento por dos hechos inusuales, uno el ser mujer y otro por una asombrosaprecocidad.
Fue reina a los tres años,mayoría de edad a los trece años forzada por la situación política, un matrimonio obligado e inadecuado a los dieciséis,unaseparación apenas transcurridos unos meses y, por último, su destronamiento a los treinta y ocho años,
Pasó de gozar de una gran popularidad y cariño entre su pueblo, enseña a los liberales frente al absolutismo y una especie de símbolo de la libertad y progreso.
A ser condenada y repudiada como la representación misma de la frivolidad, la lujuria y la crueldad la consideran la deshonra de España.
Isabel II nació el 10 de octubre de 1830, Hija primogénita del último matrimonio del rey Fernando VII con María Cristina de Borbón, Su nacimiento plantea el problema sucesorio por su condición de mujer. El heredero al trono había sido hasta ese momento su tío Carlos María Isidro y parecía que era él el llamado a sucederle.
En marzo de 1830, seis meses antes de su nacimiento, el rey publica la Pragmática Sanción de Carlos IV aprobada por las Cortes de 1789, Según el cual podían acceder al trono las mujeres en caso de morir el monarca sin descendientes varones. En virtud de esta disposición, el 14 de octubre de 1830 un Real Decreto hacía pública la voluntad de Fernando al nombrar a su hija princesa de Asturias.
Una situación que no se modificará al dar a luz la reina María Cristina a otra niña, la infanta Luisa Fernanda.
Queda abierto el pleito sucesorio con el rechazo del hermano de Fernando al no aceptar la sucesión de su sobrina y el comienzo de toda una intriga palaciega que culminará en el verano de 1832 en los sucesos de La Granja.
Aprovechando el deterioro de la salud del monarca, una camarilla de cortesanos y políticos, próximos a Carlos María Isidro, logró con presiones y bajo la amenaza de una guerra civil que Fernando derogase la Pragmática, anulando de nuevo la sucesión femenina. Sin embargo, el rey se recuperó, restableció otra vez la Pragmática e Isabel fue ratificada por unas Cortes como Princesa de Asturias el 20 de junio de 1833. Pocos meses después moría su padre, dejando a su hija el trono español bajo la regencia de María Cristina hasta la mayoría de edad de Isabel. La negativa de Carlos a aceptar, como reina, a su sobrina, desató la primera guerra carlista.
La minoría de edad de Isabel II estuvo ocupada por una doble regencia: la que ostentó su madre María Cristina, reina gobernadora hasta 1840, y la del general Baldomero Espartero hasta 1843.
La regencia de María Cristina estuvo marcada por la guerra carlista que la obligó a buscar el apoyo de los liberales moderados frente al pretendiente del trono Carlos Mª de Isidro.
La primera consecuencia de esa transacción fue la concesión del Estatuto Real (1834), en la que la Corona se reservaba amplios poderes en la vida política.
En el contexto de la guerra civil, el triunfo del liberalismo se produjo en 1836 tras el golpe de Estado de los sargentos de La Granja, residencia real de verano donde se encontraba la regente y la llegada al poder de Mendizábal con la desamortización de 1836 y la promulgación de la Constitución de 1837, de carácter progresista.
El proceso desamortizador comportó la supresión de órdenes religiosas, la nacionalización de sus bienes y su venta en pública subasta.
La Constitución afirmaba el principio de soberanía nacional y la práctica parlamentaria basada en el sufragio censitario y un sistema bicameral: Congreso de los Diputados y Senado.
Con ambas reformas, se dió un decisivo impulso hacia el desarrollo capitalista y el liberalismo político, ampliándose la base burguesa del régimen.
La hostilidad de la regente hacia los liberales progresistas y su preferencia por los moderados dieron lugar a un creciente malestar social que conllevó al pronunciamiento de 1840.
María Cristina se vio forzada a renunciar a la regencia y se exilió a Francia, dejando abandonadas a sus hijas bajo la tutela de Argüelles y de la condesa de Espoz y Mina.
Espartero, asumió entonces la regencia. Durante su mandato, se consolidan las dos corrientes: el Partido Moderado (conservador) y el Partido Progresista (liberal avanzado).
Los desaciertos del regente, originaron su caída en 1843 y la proclamación anticipada de la mayoría de edad de Isabel cuando acababa de cumplir trece años.
En estos primeros años, dos aspectos fundamentales marcaron la vida de la reina, condicionando su personalidad y trayectoria posterior:
1.-Falta de un ambiente familiar y de afectividad materna.
2.-Ausencia de una instrucción adecuada y de preparación política para una persona destinada a tan alto fin.
Si a esa precariedad en su formación unimos lo prematuro de su mayoría de edad, podremos explicarnos fácilmente la manipulación interesada y partidista a la que fue sometida
Como la misma Isabel reconocía en una de las conversaciones que mantuvo: «¿Qué había de hacer yo, reina a los catorce años, sin ningún freno a mi voluntad, con todo el dinero a mano para mis antojos y para darme el gusto de favorecer a los necesitados, no viendo al lado mío más que personas que se doblaban como cañas, ni oyendo más que voces de adulación que me aturdían ¿Qué había de hacer yo?... Póngase en mi caso...
Isabel II jurando la Constitución de 1837 tras haber alcanzado la mayoría de edad en 1843. Cuadro de José Castelaro, 1844.
Fernando VII muere 1833, al ser su hija pequeña, Isabel, su mujer Mª Cristina toma el mando de España. Durante esta regencia hay varia subidas y bajadas del poder de los grupos liberales, progresistas y moderados. El gobierno progresista constituido en septiembre de 1836 convocó inmediatamente Cortes extraordinarias, con objeto de que la nación manifestase expresamente su voluntad acerca de la restauración de la Constitución de 1812 o se diera otra nueva se consideraba conveniente. Tras casi un año de discusiones, las Cortes aprobaron una nueva Constitución el 8 de junio de 1837, que fue sancionada por Isabel II el 17 del mismo mes.
Se mantuvo en vigor desde 1837 hasta 1845. Su principal legado fue recuperar las medidas más progresistas de la Constitución de 1812. En 1836 un pronunciamiento progresista de los Sargentos de la Guardia Real en La Granja de San Ildefonso (Segovia) obligó a la regente María Cristina a proclamar la Constitución de 1812 de Cádiz y a nombrar un nuevo gobierno que convocó elecciones a las a Cortes Constituyentes para reformar el texto constitucional de Cádiz.
La composición de las nuevas Cortes estaba en su mayoría integrada por los progresistas, que podían haber aprovechado la situación para elaborar una constitución acorde con sus ideales. Sin embargo, el resultado fue un texto tan distante de la Constitución de Cádiz de 1812 como del Estatuto Real de 1834, con el propósito de que fuese aceptada por moderados y progresistas. Uno de los hechos más importantes que dejó esta constitución es que implantó definitivamente en el país el régimen constitucional estableciendo un sistema parlamentario. Entre sus características presentaba las ideas progresistas semejantes a la Constitución de 1812 como el principio de soberanía nacional, el reconocimiento de un gran conjunto de derechos a los ciudadanos, la división de poderes, un importante papel de las Cortes y la limitación del poder real. Para atraer a los moderados recogió aspectos como la división bicameral de las Cortes formadas por el Senado, cuyos miembros serían designados por el rey; y el Congreso de los Diputados cuyos miembros serían elegidos electoralmente. También seguía concediendo amplios poderes al monarca como disolver y convocar a las Cortes. La ley electoral que se aplicó tras la aprobación de la constitución se basaba en un sufragio censatario muy restrictivo, ya que solo podían votar los españoles que pagaran impuestos a Hacienda, lo que dejaba el censo electoral en el 5% de la población española.
Con el reinado de Isabel II comenzó la Década Moderada. En este período se elaboraron la Constitución de 1845, que proclamaba la soberanía compartida y anulaba algunas conquistas del liberalismo progresista. Se realizó la reforma de la Hacienda y, por el Concordato de 1851, se logró el reconocimiento de la Iglesia a la monarquía isabelina, que aceptó la desamortización efectuada hasta entonces, exigiendo como contrapartida compensaciones económicas y que se paralizase el proceso de venta de bienes nacionales pendientes.
Retrato de Isabel II y Francisco de Asís
En los inicios de la década una de las cuestiones más controvertidas fue la del matrimonio real que, convertido en razón de Estado con claras implicaciones en las cortes europeas, dio origen a largas y complejas negociaciones diplomáticas para elegir al futuro rey consorte. El 10 de octubre de 1846, el mismo día de su decimosexto cumpleaños, se celebra el enlace de la reina con su primo Francisco de Asís de Borbón, una elección completamente desacertada pero que acabó siendo la única candidatura viable dada la presión internacional, sobre todo francesa. El matrimonio fracasó en los primeros meses, abocando a Isabel a la infelicidad que intentó compensar con una intensa y criticada vida amorosa en brazos de varios amantes y favoritos. La reina tuvo once hijos, de los que sólo cuatro llegaron a la edad adulta: Isabel, Alfonso, Pilar y Eulalia. Desde el comienzo del matrimonio y auspiciada por el rey consorte, se percibió en el ambiente palaciego la influencia de los sectores más conservadores y clericales dando origen a una oscurantista camarilla que, encabezada por los confesores reales, los padres Claret y Fulgencio, y personajes tan estrambóticos como sor Patrocinio, la «monja de las llagas», mediatizaron la actuación real.
El Gobierno moderado se ejerció de forma restrictiva y exclusivista, obligando a los progresistas, marginados del poder a recurrir a la vía insurreccional y a los pronunciamientos, mecanismo de insurrección militar frecuentemente combinado con algaradas callejeras, para forzar un cambio político y acceder al Gobierno. Esta fase se cerró con el Gobierno «tecnócrata» de Juan Bravo Murillo, quien llevó a cabo una amplia labor administrativa y hacendística y el del conde de San Luis. En estos años, la actuación ministerial había sido cada vez más autoritaria y la corrupción se había generalizado con los negocios fáciles y el enriquecimiento rápido de las camarillas próximas al poder y a la soberanía.
Triunfo del pronunciamiento, O´Donnell y Espartero lo proclaman en Madrid
Los problemas derivados de la corrupción y del gobierno de la camarilla, a los que se unía el descontento de los progresistas excluidos del poder, alentaron las críticas de la clase política y favorecieron la actuación revolucionaria.
A finales del mes de junio tiene lugar el pronunciamiento del general O´Donnell. La llamada «Vicalvarada» tenía en principio unos objetivos muy limitados que básicamente se orientaban a corregir las desviaciones políticas y corrupciones de los últimos tiempos y a un mero cambio de Gobierno sin abandonar los presupuestos políticos moderados. Pero la intervención de los progresistas abrió una fase de levantamiento popular que llevó a los sublevados a ampliar su programa.
El Manifiesto del Manzanares del 7 de julio de 1854, redactado por Cánovas del Castillo, exigía reformas políticas y unas Cortes Constituyentes para hacer posible una auténtica «regeneración liberal». Se inauguraba una nueva etapa progresista, densa en realizaciones de carácter económico. La reina entregó el poder a Espartero y O'Donnell, representantes de la coalición que alentó la revolución, pero la continuidad y estabilidad de este Gobierno mixto era difícil. Se expulsó de España a la reina madre, objeto de las iras populares porque, además de su influencia sobre Isabel, María Cristina y su esposo, el duque de Riansares, habían estado implicados en muchos de los negocios fraudulentos y corruptelas económicas de esos años. Se elaboró una nueva Constitución de inspiración progresista que afirmaba explícitamente la soberanía nacional -la Non nata de 1856- y se aprobaron importantes leyes económicas, fundamentales para el desarrollo del capitalismo español como las leyes de ferrocarriles (1855), bancarias y de sociedades (1856). Se retomó también la desamortización con la promulgación de la Ley de Madoz (1855), que afectaba a los bienes civiles y eclesiásticos, lo que provocó la ruptura de relaciones diplomáticas con el Vaticano.
Transcurridos dos años desde la revolución, la reina, en palabras de Germán Rueda, se decide a reinar. Recurre a O'Donnell para desplazar a los progresistas del poder y restablecer la Constitución de 1845 suavizada con un Acta adicional. Pero, a continuación, será Narváez quien gobierne durante el bienio 1856-1858. Bajo su mandato se restablecen los parámetros políticos de la etapa moderada anterior con la anulación del Acta adicional y se aprueba la Ley Moyano (1857) que ordena y centraliza la instrucción pública de toda la nación. Se abre entonces un período de alternancia entre los moderados de Narváez y un tercer partido de corte centrista, liderado por el general O'Donnell. Entre 1858 y 1863, será de nuevo este general el protagonista de la vida política con su Unión Liberal, dando paso a un período con cierta calma política caracterizado por una gran prosperidad económica y una intensa actividad en política exterior con la guerra de África (1859-60), la anexión de Santo Domingo (1860-1865) y la intervención en México (1861-1862).
Con la caída de O'Donnell en 1863 entramos en la última etapa del reinado de Isabel II marcada claramente por la descomposición del sistema político y la deslegitimación de la Corona.
Se sucedieron siempre gobiernos moderados mientras el exclusivismo y el carácter represivo del régimen se acentuaban a medida que la oposición aumentaba y partía cada vez de mayores frentes. Por otra parte, la vida amorosa de la reina y los escándalos de palacio, aireados o utilizados por su propio esposo, Francisco de Asís, y miembros de la camarilla y del Gobierno, contribuyeron notablemente a desprestigiar la imagen de la monarquía.
El ambiente político se empeoró todavía mucho más a partir de 1865, con la destitución de Castelar como catedrático de la Universidad y la represión contra los estudiantes en la llamada «Noche de San Daniel», ordenada por Luis González Bravo. El sistema moderado se hundía y arrastraba consigo a la monarquía. Ante el deterioro de la situación política, los progresistas y los demócratas se retraen de la vida política inclinándose una vez más por la vía insurreccional.
Un nuevo Gobierno de la Unión Liberal intentó, en último término, atraer de nuevo a los progresistas con una tímida reforma política que ampliaba el censo electoral pero no lo consiguió, como demostraron los intentos de pronunciamiento de Prim en Enero de 1866 y del Cuartel de San Gil en el mes de junio de ese mismo año. El retorno de Narváez aceleró los preparativos de la conspiración que se consolidó con la firma del Pacto de Ostende de agosto de 1866, que agrupó también a los demócratas y más tarde, al morir O'Donnell en 1867, ala Unión Liberal.
Ya no se trataba de luchar sólo por un relevo gubernamental sino que se exigía el destronamiento de la reina. La conspiración pronto rebasó los círculos militares y contó con una extensa trama civil a través de las asociaciones progresistas y demócratas. La coincidencia con una coyuntura de crisis económica y el endurecimiento del régimen dirigido de nuevo por González Bravo, contribuyeron a crear un contexto favorable a la revolución.
El 18 de septiembre de 1868, la Armada, en la bahía de Cádiz, se pronuncia al grito de «¡Abajo los Borbones! ¡Viva España con honra!». Tras el triunfo de la revolución, Isabel II, que se encontraba de vacaciones en Guipúzcoa, era destronada y marchaba al exilio en Francia, iniciándose en España un período de seis años, conocido como el Sexenio Democrático, en el que se ensayarán diversas alternativas políticas: una nueva monarquía con Amadeo de Saboya y la Primera República.
Al conocerse la derrota de las tropas leales en Alcolea, la reina, acompañada por su esposo e hijos, pasaba la frontera francesa.
Se trasladó al palacio de Basilewsky, que más tarde recibirá el nombre de palacio de Castilla, en París. Comenzaban los años del exilio.
Isabel vivirá en París separada de su esposo y retirada de la política activa sin gozar ya de ningún tipo de protagonismo público.
Así permanecerá hasta el final de su vida.
Abdicó en 1870 al trono en favor de su hijo Alfonso, el futuro Alfonso XII.
No volvió a España salvo breves y esporádicas estancias pues,
Tras la restauración de 1874, Canovas, artífice del proceso, y su propio hijo, Alfonso XII, consideraron que era preferible para la estabilidad de la monarquía que ella permaneciese fuera del país.
En la mañana del 9 de abril de 1904, en su residencia parisina, fallecía Isabel II por unas complicaciones bronco-pulmonares producidas por una gripe.
Sus restos fueron trasladados al Escorial para darles más tarde sepultura en el Panteón de los Reyes.
Se promulga la Pragmática Sanción que deroga la Ley Sálica.
Nacimiento de Isabel II.
1832
Sucesos de La Granja.
1833
Isabel es nombrada princesa de Asturias.
Muere Fernando VII. Se inicia la regencia de María Cristina como Reina Gobernadora.
El infante Carlos María Isidro es proclamado rey por sus partidarios. Comienza la Primera Guerra Carlista (1833-1840).
1834
Publicación del Estatuto Real (abril).
1835
Nombramiento de Mendizábal como ministro de Hacienda.
Decreto suspendiendo órdenes religiosas masculinas.
1836
Decreto de desamortización de bienes de las órdenes religiosas (febrero).
Motín de La Granja y restablecimiento de la Constitución de 1812 (12 de agosto).
1839
Convenio de Vergara (31 de agosto).
1840
Fin de la Guerra Carlista..
Fin de la regencia de María Cristina (octubre).
1841
Regencia de Espartero.
1843
Levantamiento contra Espartero y fin de su Regencia.
Isabel II es proclamada mayor de edad con trece años (noviembre).
1852
Intento de reforma constitucional de Bravo Murillo.
1855
Ley de Desamortización general de Pascual Madoz.
Ley general de Ferrocarriles.
1856
Constitución Non nata.
Narváez sustituye a O'Donnell.
1863
Gobierno de Narváez.
1865
Nuevo gobierno O'Donnell.
1866
Pronunciamientos de Prim y del cuartel de San Gil (enero y junio).
Pacto de Ostende (agosto).
1867
Muerte en Biarritz de O'Donnell.
1868
Muerte de Narváez.
Revolución de septiembre («La Gloriosa»): Destronamiento y exilio de Isabel II.
Gobierno Provisional.
1870
Abdicación de Isabel II en su hijo, el príncipe Alfonso (junio).