El reinado personal de Isabel II: el triunfo del liberalismo moderado

Con el reinado de Isabel II comenzó la Década Moderada.
En este período se elaboraron la Constitución de 1845, que proclamaba la soberanía compartida y anulaba algunas conquistas del liberalismo progresista. Se realizó la reforma de la Hacienda y, por el Concordato de 1851, se logró el reconocimiento de la Iglesia a la monarquía isabelina, que aceptó la desamortización efectuada hasta entonces, exigiendo como contrapartida compensaciones económicas y que se paralizase el proceso de venta de bienes nacionales pendientes.

Retrato de Isabel II y Francisco de Asís




En los inicios de la década una de las cuestiones más controvertidas fue la del matrimonio real que, convertido en razón de Estado con claras implicaciones en las cortes europeas, dio origen a largas y complejas negociaciones diplomáticas para elegir al futuro rey consorte. El 10 de octubre de 1846, el mismo día de su decimosexto cumpleaños, se celebra el enlace de la reina con su primo Francisco de Asís de Borbón, una elección completamente desacertada pero que acabó siendo la única candidatura viable dada la presión internacional, sobre todo francesa. El matrimonio fracasó en los primeros meses, abocando a Isabel a la infelicidad que intentó compensar con una intensa y criticada vida amorosa en brazos de varios amantes y favoritos. La reina tuvo once hijos, de los que sólo cuatro llegaron a la edad adulta: Isabel, Alfonso, Pilar y Eulalia. Desde el comienzo del matrimonio y auspiciada por el rey consorte, se percibió en el ambiente palaciego la influencia de los sectores más conservadores y clericales dando origen a una oscurantista camarilla que, encabezada por los confesores reales, los padres Claret y Fulgencio, y personajes tan estrambóticos como sor Patrocinio, la «monja de las llagas», mediatizaron la actuación real.


El Gobierno moderado se ejerció de forma restrictiva y exclusivista, obligando a los progresistas, marginados del poder a recurrir a la vía insurreccional y a los pronunciamientos, mecanismo de insurrección militar frecuentemente combinado con algaradas callejeras, para forzar un cambio político y acceder al Gobierno. Esta fase se cerró con el Gobierno «tecnócrata» de Juan Bravo Murillo, quien llevó a cabo una amplia labor administrativa y hacendística y el del conde de San Luis. En estos años, la actuación ministerial había sido cada vez más autoritaria y la corrupción se había generalizado con los negocios fáciles y el enriquecimiento rápido de las camarillas próximas al poder y a la soberanía.

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