
Los problemas derivados de la corrupción y del gobierno de la camarilla, a los que se unía el descontento de los progresistas excluidos del poder, alentaron las críticas de la clase política y favorecieron la actuación revolucionaria.
A finales del mes de junio tiene lugar el pronunciamiento del general O´Donnell. La llamada «Vicalvarada» tenía en principio unos objetivos muy limitados que básicamente se orientaban a corregir las desviaciones políticas y corrupciones de los últimos tiempos y a un mero cambio de Gobierno sin abandonar los presupuestos políticos moderados. Pero la intervención de los progresistas abrió una fase de levantamiento popular que llevó a los sublevados a ampliar su programa.
El Manifiesto del Manzanares del 7 de julio de 1854, redactado por Cánovas del Castillo, exigía reformas políticas y unas Cortes Constituyentes para hacer posible una auténtica «regeneración liberal». Se inauguraba una nueva etapa progresista, densa en realizaciones de carácter económico. La reina entregó el poder a Espartero y O'Donnell, representantes de la coalición que alentó la revolución, pero la continuidad y estabilidad de este Gobierno mixto era difícil. Se expulsó de España a la reina madre, objeto de las iras populares porque, además de su influencia sobre Isabel, María Cristina y su esposo, el duque de Riansares, habían estado implicados en muchos de los negocios fraudulentos y corruptelas económicas de esos años. Se elaboró una nueva Constitución de inspiración progresista que afirmaba explícitamente la soberanía nacional -
Transcurridos dos años desde la revolución, la reina, en palabras de Germán Rueda, se decide a reinar. Recurre a O'Donnell para desplazar a los progresistas del poder y restablecer
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